domingo, 12 de marzo de 2017

#historiasporlaigualdad: Infancia Rota

Nací en una zona rural de Madhya Pradesh, India, era Shaleki, la pequeña de los cuatro hermanos. Me encantaba ir a la escuela, jugar en el barro creando figuras que describían qué quería ser de mayor, soñaba con ser enfermera y sanar a todos los necesitados. Pero lo que más me gustaba al salir de la escuela, era jugar al escondite con todos los otros niños y esconderme encima de un árbol, donde nunca me encontraban. Al salir de la escuela, tenía que apresurarme para llegar a casa y preparar la comida entre muchas otras cosas, para los hombres de la casa, yo no acababa de entender cómo siendo la pequeña tenía todas las responsabilidades. Si me quejaba, mi padre me castigaba y pegaba, al final solo obedecía y callaba, era la mejor opción para no tener problemas. Cuando mi padre llegaba borracho, abusaba de mí. Lo guardaba en secreto, pues mi madre no me creería y solo empeoraría la situación. Vivía con miedo.

Un día al llegar a casa, vi que me había manchando las bragas de sangre. Me asusté y fui corriendo a decírselo a mi madre, ella me respondió: ya eres una mujer, ha llegado el momento de casarte y ayudar económicamente a esta familia, además tu futuro marido es de una casta superior, tendrías que estar agradecida. Creía que estaba bromeando, hasta que llegó el día de la boda.

Tenía unos doce años, y aquel hombre tenía veinticinco. Llegó vistiendo un achkan, con una camisa larga y un turbante naranja, montando a caballo junto a sus familiares. Yo iba con un vestido rojo adornado de oro, llamado sari, totalmente maquillada, ni me reconocía, repleta de joyas y tatuajes de henna por las manos y los pies. En el momento del ritual, mi padre vertió agua bendita, para bendecir la unión con mi futuro esposo. Cuando miré la cara del que sería mi esposo, me entró miedo, traté de contenerme las lágrimas y sacar una sonrisa para no deshonrar a mi familia.

Todo el mundo se puso a aplaudir, bailar y cantar, y las respectivas familias, nos entregaron obsequios. Pero nadie podía ver el dolor que llevaba dentro. No podía entender como mis padres, me entregaban a ese repugnante hombre.

A partir de ese día, mi vida cambió. Tuve que dejar de estudiar para cuidar de la casa, pero lo peor llegaba al caer la noche, cuando me forzaba a mantener relaciones con él, si me negaba, me pegaba más fuerte. Lloraba cada mañana al despertarme y cada noche al acostarme, todos mis sueños se habían roto. Pasé unas semanas con nauseas, hasta que me di cuenta de que estaba embarazada. Fue injusto, no estaba preparada física y psicológicamente para convertirme en madre, acababa de cumplir los catorce años. Cada mañana pensaba en huir, pero ¿qué era yo sin mi marido, sino un cero a la izquierda?

Sentir a mi bebé dentro de mí me fue dando esperanza, cada adversidad me hacía más fuerte. Así que huí, tenía la sorpresiva revelación que iba a funcionar, aunque el miedo no dejaba de invadirme. Dirección a Nueva Delhi, vi un grupo de turistas, a los que acudí de inmediato pidiendo auxilio, aunque no entendieron mi lenguaje, con ver mi rostro bastó. Resultó ser una ONG, se hicieron cargo de mí, y me llevaron a un centro con muchas otras niñas en situaciones parecidas a la mía. No podía creer lo ocurrido, la esperanza volvió a remover mi ser.

Con el paso del tiempo tuve a mi hija, le puse de nombre Hedvige, que significa: luchadora, y empecé a formar parte de la ONG, tratando de proteger y concienciar contra la discriminación de género que sufren las mujeres. Todavía hoy, algunas noches tengo pesadillas. Pero tengo fe que algún día habrá igualdad.

Keren Serrano



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