viernes, 17 de mayo de 2019

Tú mirada al exterior decía demasiado


Tenías la mirada anclada en aquel paisaje que observabas a través de la ventana, a través de aquel bajón. Era un paisaje verdoso lleno de árboles, naturaleza y lagos, y tus ojos no podían apartar la mirada, pues te introdujo en aquella aldea en la ciudad de Fez, Marruecos, donde jugabas cada verano cuando eras niña. Jugabas día y noche junto a tus ocho hermanos y hermanas, y te solías esconder en una de las ramas de los árboles más altos. Y acababais el día refrescándoos en el lago. Ibas pensando que fugaz fue aquella época, y ahora madre de cuatro hijos, lejos muy lejos de tu ciudad. Con una realidad muy diferente. No deseas llegar a casa, el mejor momento del día es el tren donde te evades de tu realidad. Llegar a casa significa discutir con tus tres hijos e hija, preparar la comida, recoger la casa y obedecer a tu marido. Adbullah siempre está trabajando y es como si no lo conocieras, desde que llega a casa se pasa las horas delante de la televisión o en el bar, con sus amigos. Y tú te sientes sola, rodeada, pero bien sola. Dejaste tus amistades allí en Marruecos, apenas hablas español y sientes que la gente te mira extraña en la ciudad de Granada. A pesar de llevar más de quince años en ella. Atiendes a un programa materno-infantil, derivada de Servicios Sociales, dos días a la semana, donde una Educadora Social te ayuda con tus hijos, sobre todo con Fátima que se pasa el día llorando. También atiendes a clases de castellano, donde no tienes que ocuparte de tus hijos, y vas emocionada, también porque has conocido a mujeres marroquíes con situaciones similares a la tuya, y os desahogáis unas con otras. Tu vecina es de Marrakesh, y de vez en cuando te trae pastitas a casa, donde se juntan todos los hijos, la casa se convierte en una granja, pero su compañía es el mayor regalo. Aunque normalmente te sientes atrapada, joven y viva. Con un marido al que no quieres, cuatro hijos y una madre lejos de ti, a tus 28 años. Cada vez que te subes al tren, y miras por esa ventana te planteas como has llegado hasta aquí, porque nunca te han dejado elegir. Te planteas seriamente coger las maletas y huir, tú marido no te cree capaz, pero sabes que eres valiente. Recorrer mundo, viajar, trabajar, estudiar, aprender idiomas, todo lo que siempre has deseado. Quizás un día, te subas al tren, y no volverás a bajar. 
Keren Serrano Llaudis

Calles llenas de oscuridad


Historia Real:
En esas calles oscuras, allí de pie estaba. Con una mirada de dolor iba transmitiendo su estado, no hacían falta muchas palabras, para sentirlo. Un grupo de chicas le ofrecieron café, y aceptó a algo calentito. Cuando una del grupo, mencionó que Dios la amaba, la chica que se hacía llamar Sandra, de Romania, dio un paso atrás y dijo que no pronunciaran esas palabras en ese lugar. Y añadió, mirar donde estoy. No se puede hablar de algo tan santo en este lugar. Las chicas podían ver lo sucia, tan sucia y pecadora que se sentía por estar ahí, en esas calles día tras día. Sandra no miraba a la cara, iba escribiendo en el teléfono a su marido, con el que vivía y afirmaba que no se comunicaba mucho. En una de esas, Amelia, una chica del grupo abrió su corazón, y compartió, que hace años también estuvo en esas calles prostituyéndose. Sandra se guardó el teléfono en la chaqueta, y contestó que no la creía. Que no podía creer que Amelia, una chica alegre y de luz pasara por eso. Pero a medida que Amelia compartía su historia, los ojos de Sandra se iban iluminando, al ver que la historia empezaba a parecer real. Sandra al ver el conocimiento sobre todo lo que había detrás de esas palabras, confesó que ella traía el dinero de su deuda a su marido cada día, pero que esté no la pegaba si no traía el dinero acordado para el día, solo la pegaba cuando se lo merecía, pero que no tenía que ver con tema económico, que, si fuera así, no lo permitiría, como otras lo permiten. A Sandra, no le gusta que la llamen “puta”, ya que, según ella, no está ahí por que quiera, prefiere que la llamen “prostituta”, ya que aparte de ser menos despectivo, solo mantiene relaciones sexuales por dinero, dinero que le exige diariamente su marido, siendo ella víctima y vulnerable sin apenas saberlo. Por último, Amelia le pregunta si sería posible orar para bendecir su vida, a lo que ella accede sin problema. Después de eso se abrazaron mutuamente y sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas. 
Keren Serrano Llaudis

Luchando hasta el fin


Allí estaba, da igual a la hora que fuera que Lily, una mujer Rusa de unos 30 años de edad, allí estaba. Explotada de noche y de día, me preguntaba si dormía. Tenía miedo, miedo a mirarnos, miedo a hablar, miedo a que pudiera cabrear a su chulo, un gitano rumano que la controlaba constantemente y la amenazaba con matar a sus dos hijos, o le regalaba palizas dejándola con la cara hinchada. Al principio entablábamos un poco de conversación, pero a medida que pasaba el tiempo, se escondía en su caparazón sin apenas poder suspirar, y cambiaba de acera. En medio de la impotencia la abrazábamos y aceptaba chicles de fresa, que sabíamos que le gustaban. Su motivo de supervivencia eran sus hijos los cuales estaban lejos controlados por la mafia, y por ellos sobrevivía. A medida que pasaban las semanas su mirada iba haciéndose más pequeña y podías ver a través de sus ojos el sufrimiento el cuál era tan grande que había aprendido a convivir con él. Un día al verla, era como si fuera otra mujer, había perdido tantos kilos en tan poco tiempo que parecía un esqueleto andante. Lo peor era la impotencia de saber la realidad y no poder hacer nada. De estar en un país supuestamente libre y tener a personas esclavizadas, donde los españoles son los principales clientes que pagan por sus vidas, una realidad que parece tan lejana y a la vez está tan cerca en nuestras calles, en nuestra emblemática Barcelona. Como toda historia tiene un final, después de una de esas palizas apareció en el hospital de “Salud del Mar” de Barcelona, debido a las heridas que le causó su proxeneta. Los médicos se sorprendieron al ver que también padecía leucemia con un estado terminal, el chulo no le iba a permitir el lujo de ir al médico. Pero ahora, la preciosa Lily descansa en paz. Este no es un caso aislado, Lily es un ejemplo de las millones de víctimas silenciadas. España es el primer país de Europa con mayor número de víctimas de trata con fines de esclavitud sexual, hagamos justicia. 
Keren Serrano Llaudis.