Allí
estaba, da igual a la hora que fuera que Lily, una mujer Rusa de unos 30 años de
edad, allí estaba. Explotada de noche y de día, me preguntaba si dormía. Tenía
miedo, miedo a mirarnos, miedo a hablar, miedo a que pudiera cabrear a su chulo,
un gitano rumano que la controlaba constantemente y la amenazaba con matar a
sus dos hijos, o le regalaba palizas dejándola con la cara hinchada. Al
principio entablábamos un poco de conversación, pero a medida que pasaba el
tiempo, se escondía en su caparazón sin apenas poder
suspirar, y cambiaba de acera. En medio de la impotencia la abrazábamos y
aceptaba chicles de fresa, que sabíamos que le gustaban. Su motivo de
supervivencia eran sus hijos los cuales estaban lejos controlados por la mafia,
y por ellos sobrevivía. A medida que pasaban las semanas su mirada iba
haciéndose más pequeña y podías ver a través de sus ojos el sufrimiento el cuál
era tan grande que había aprendido a convivir con él. Un día al verla, era como
si fuera otra mujer, había perdido tantos kilos en tan poco tiempo que parecía
un esqueleto andante. Lo peor era la impotencia de saber la realidad y no poder
hacer nada. De estar en un país supuestamente libre y tener a personas esclavizadas,
donde los españoles son los principales clientes que pagan por sus vidas, una
realidad que parece tan lejana y a la vez está tan cerca en nuestras calles, en
nuestra emblemática Barcelona. Como toda historia tiene un final, después de
una de esas palizas apareció en el hospital de “Salud del Mar” de Barcelona,
debido a las heridas que le causó su proxeneta. Los médicos se sorprendieron al
ver que también padecía leucemia con un estado terminal, el chulo no le iba a
permitir el lujo de ir al médico. Pero ahora, la preciosa Lily descansa en paz.
Este no es un caso aislado, Lily es un ejemplo de las millones de víctimas
silenciadas. España es el primer país de Europa con mayor número de víctimas de
trata con fines de esclavitud sexual, hagamos justicia.
Keren Serrano Llaudis.
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